EL
JUEGO como zona transicional es paradójica, puesto que es, una
zona que permite reafirmar al mismo tiempo lo interno y lo externo
como ausencias y como presencias, similar a lo que ocurre en los
sueños, es decir, donde se unen el caos y el orden para presentarnos
un ambiente propicio a la libertad de nuestros pensamientos.
La
lúdica para desarrollarse debe estar desprovista de toda
preocupación funcional para que realmente el ser humano se
introduzca en esos espacios de ‘trance’ – de goce libertario en
el que sólo se puede entrar sin reglas, ni espacios prefijados. .
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